05 septiembre 2008

Demasiado tiempo sin soñar

Demasiadas horas dando vueltas en la cama, ahora a la izquierda, ahora a la derecha, moviendo el pie en una sencilla danza para llamar al sueño y al cansancio que nunca se deciden a llegar.

Un vaso de agua y la pastilla de la felicidad, o quién sabe, a lo mejor sólo media pastilla, o quizá dos. Y entonces los ojos se cierran obligados por la química irreal del mundo moderno, pero los sueños nunca llegan o, de hacerlo, desaparecen rápido junto con las pastillas.

No quedan recuerdos, no quedan imágenes ni sentimientos ni olores. De nuevo luce el sol una mañana más, y este pequeño gran detalle por el cual deberíamos estar agradecidos, el poder apreciar cada día el simple hecho de estar vivos, no es suficiente para paliar el anhelo por visitar otros mundos cuando la luna aparece y la ciudad duerme.

Una noche tras otra, durmiendo apenas cinco horas y despertando con inquietud. ¿Habremos soñado algo que nos ha hecho despertar de golpe? De ser cierto, ¿qué parte de nuestro cerebro estará matando esa pastilla para que no podamos recordarlo? ¿En qué oscuro rincón están quedando atrapadas tan bellas imágenes para que no podamos verlas jamás? ¿O es que acaso simplemente no se generan?

No creo que exista el dormir sin el soñar. No soñar es como perder un pedazo de nuestra vida, pues cada uno de nuestros sueños es el medio de comunicación más eficiente para que nuestra mente se abra y se expanda sin que nosotros la controlemos. Soñar es seguir despierto mientras el cuerpo descansa y nuestros sentidos apenas notan nada; somos pura mente, simple imaginación, esa vía de escape del mundo de la vigilia, ese agujerito por el que se vacía lentamente el saco de nuestra estresante y agitada vida, evitando que éste acabe explotando. Por eso, dormir sin soñar es como no dormir, y aunque se sueñe y no recordemos, soñar sin recordar es como perder minutos preciosos de una pequeña parte de nuestro ser que lucha por gritarnos y enseñarnos, pero que no puede.

Semana tras semana, deseando que llegue ese sueño digno de ser transformado en palabras, aparece algún que otro resquicio o imagen de lo que podría ser un sueño completo. Pero está demasiado difuso; es tan sólo una pieza de un enorme puzzle que sabemos que no podremos resolver, porque el resto de piezas se han perdido y no volverán.

Y quizá lo peor es recordar un sueño, y al abrir los ojos intentando volver al mundo real, pensar: "¡Este sí! ¡Al fin!", pero no hay momento alguno para sentarse tranquilamente a desgranar cada imagen y cada sensación, y poco a poco el recuerdo se esfuma como arena entre los dedos. Y de nuevo vuelta a empezar.

Tan importante deben ser nuestros sueños como el hecho de no poder recordarlos en algunas épocas de nuestras vidas. En mi caso he descubierto que es necesario librarse de ciertas emociones y obsesiones para dejar espacio a lo realmente importante, a lo que más nos preocupa o nos gusta o nos aterra; todas esas cosas que no permitimos que salgan a la luz por miedo a conocernos demasiado y a que no nos guste el reflejo que de nosotros muestran nuestros sueños. Cuando nuestra mente se encuentra fuertemente atada y cerrada no es posible superar los problemas cotidianos, pero mucho menos es desahogarse inconscientemente fuera del mundo de la vigilia.

Pero hoy, después de tanto tiempo, he tenido un sueño tan vívido que he llegado a creer que era real. Un secuestro, mi secuestro, por parte de un hombre adulto que acababa de disparar a cuanta gente me rodeaba. ¿Por qué me había elegido a mí? ¿Por qué me cuidaba tanto? ¿Qué verdad se ocultaba en sus ojos y en sus intenciones? Y a la cegadora y cálida luz del sol me siento a pensar: "Dios mío, sé que estoy soñando, pero parece tan real... ¿Seguro que no es esto la vida real? Porque jamás he soñado algo con tanta fuerza...". Pero finalmente salgo volando, demostrándome a mí misma que se trata de un sueño, y miro hacia abajo y grito a mis captores: "¿Véis? Podría escapar volando pero no voy a hacerlo", esperando ganarme su confianza de ese modo. Y desciendo, y al cabo de un rato empiezo a dudar: "¿Realmente he volado? Sé que sólo puedo volar en sueños, pero ¿y si ha sido una jugarreta de mi mente, cansada y estresada por todo lo que me ha sucedido? ¿Y si todo esto es real y no puedo volar? Podría intentarlo...". Pero no me atrevo, porque no quiero descubrir que mi vida ha dado un giro no de ciento ochenta grados, sino de sesenta y siete, pues tan extraña se ha vuelto. Sólo deseo que mis padres hayan visto con qué calma me he tomado el secuestro cuando una cámara de televisión me enfocaba mientras era arrastrada por el criminal que me apuntaba su arma a mi sien, para demostrarles que estoy bien y que puedo vivir esta situación sin ponerme en peligro innecesariamente. Y no intento volar, y acabo sabiendo por qué, de toda la gente que había a mi alrededor en aquella oficina, fui yo la elegida: un compañero había vendido su alma a cambio de mi seguridad y mi vida.

Pero es una historia larga y quizá deba ser explicada con más detalle, para disfrute de quienes lo lean como si de un relato corto se tratase, y para mí misma, para ayudarme a entender y regresar de nuevo a la amante del Sueño que fui.

0 sueños:

Publicar un comentario