05 octubre 2008

De las marcas de sogas en mi cuerpo

No puede ser cierto. En el fondo sigo sin poder creer lo que están viendo mis ojos. ¿Por qué tengo todas estas marcas sobre mi piel?

Llevo ya unos días así. Al principio pensé que quizá se me estaban marcando las sábanas en las piernas o la goma de pelo en la muñeca, pero ese tipo de señales no duran todo un día, ¿cierto? Y no sólo no se van, sino que cada vez hay más. Empiezo a estar asustada.

El primer día desperté con unas ligeras molestias en las muñecas y los tobillos. Apenas recordaba lo que había soñado, pero estaba convencida de que había visto sogas. Había estado atada de manos y pies. Me sentía inquieta, por lo que con toda seguridad había sido una pesadilla; me había estado pasando algo malo. Cuando salí de mi cama y me dirigí al baño me froté las muñecas y, como el malestar no cesaba, las miré. Unas marcas oscuras cuales tatuajes me desvelaron por completo. El corazón se me aceleró cuando decidí mirar mis tobillos, y me quedé paralizada cuando vi que las mismas marcas aparecían también en esa zona.

Por un momento pensé que seguía soñando o que estaba teniendo alucinaciones. Intenté olvidarme de lo que acababa de ver a medida que el malestar remitía; me lavé la cara y los dientes, me di una ducha y me vestí con manga larga. Pensaba que si ocultaba las marcas éstas desaparecerían. Estaba muy equivocada.

Al día siguiente volví a despertar con malestar en muñecas y tobillos, pero éste era más agudo que el día anterior. Asustada, miré y vi que las señales se habían duplicado. No podía creer lo que veían mis ojos. Más tarde ese día comenté con un amigo lo que me estaba pasando y le mostré las marcas. Su mirada fue tan expresiva que no necesité que dijera nada: parecía que una maldición había caído sobre mí. Me quedé helada y la angustia se apoderó de mí, congelando mi cogote y durmiendo mis extremidades. Quise llorar pero no pude. Siempre se ha dicho que la esperanza es lo último que se pierde, pero lo que más dolor me causaba era no poder librarme de la maldita esperanza; mi mente, cual gato enjaulado, buscaba desesperada alguna explicación, alguna salida, aun sabiendo que éstas no existían.

Con cada día que ha pasado, una nueva marca ha aparecido. Ahora tengo los brazos completamente oscurecidos por las marcas, al igual que las piernas. Incluso han aparecido otras dos alrededor de mi cuello y en mi cintura. Ya no me molesto en esconder mi maldición, y casi me he acostumbrado a las miradas de lástima, pena e impotencia de la gente que me ve. Imagino que queda poco para el final.

La gente está sorprendida. No entienden por qué me tiene que pasar esto a mí. Lo que quizá más me preocupa y me provoca una sensación horrorosa de vértigo es que parece que todo el mundo sabe lo que me está pasando y cuál será mi final. Todos menos yo. Es como si todo el mundo supiese que los tres reyes magos no existen y yo siguiera creyendo en ellos. O como si fuese la única persona en todo el planeta que no sabe quién es Caperucita Roja. Un secreto a voces del cual nunca se ha hablado, ni en la privacidad del hogar ni en programas basura a altas horas de la noche. Y me siento muy ofendida.

Ofendida porque nadie me ha hablado de eso nunca. Ofendida y muy, muy enfadada porque, aunque la gente me muestra mucho apoyo, nadie quiere contarme nada. Parece como si fuera a contagiarles. ¿Qué sabrán ellos? Seguramente a ninguno le tocará pasar por lo que yo estoy pasando. Sí, les doy lástima, pero al mismo tiempo tienen miedo. Miedo a ser los siguientes o a que sea capaz de vengarme, como en cualquier película japonesa de terror. De hecho sé que tienen ganas de que me vaya de una vez por todas, e intuyo por sus miradas y gestos que debe faltar poco, para así poder volver a sus tranquilas vidas mientras esconden la cabeza ante la evidencia de que la maldición existe, de que es muy real. Y seguirán viviendo atemorizados durante muchos años intentando convencerse de que son felices y de que poseen el control sobre todas las cosas de su vida. Pero cada vez que duerman su subconsciente despertará y les recordará que el peligro sigue ahí, por mucho que lo ignoren y que hagan ver que no existe.

En cierto modo me siento aliviada e incluso orgullosa de mi situación. Porque al menos sé a lo que me estoy enfrentando. Bueno, no lo sé del todo porque como ya he dicho nadie quiere hablar del tema; pero al menos no viviré continuamente con la sensación de “¿Seré la siguiente? ¿Me sucederá a mí algún día?”. La maldición ya está aquí, en mi propio cuerpo, esperando que éste se pudra para adueñarse de mi alma. Y por otro lado también pienso que al menos durante mi corta vida no he estado sufriendo a escondidas. Bendita ignorancia. Un día no lo sabes, y al día siguiente lo tienes que aceptar. Rápido, certero, sin confusiones, sin eternas esperas. Lo que ves es lo que hay, te guste o no.

Cierto, estoy muy asustada. Básicamente nunca me ha gustado sufrir. Muchas veces y como el resto de las personas (y quien diga lo contrario, se miente a sí mismo) he imaginado cómo será morir. No me refiero al modo de morir (muerte natural, larga enfermedad, accidente, etc). No; me llama mucho más la atención el momento exacto en el que el cuerpo deja de funcionar y libera el alma. Esa fracción de tiempo inexistente que tanto cambia la vida a los demás. Y visto así tengo la suerte de saber con toda certeza que me queda poco para averiguarlo, y que una vez lo sepa entonces seré yo quien posea el secreto que nadie sabe, y quien quiera preguntarme no obtendrá la respuesta deseada.

Supongo que es la rabia la que me hace hablar así. Nunca he querido morir. Muchas veces tampoco he sabido qué hacer con mi vida. Pero no quiero morir. Más que nada por la cantidad de cosas que me quedan por vivir y ver. Bueno, quién sabe, quizá desde el lugar en el que esté (porque habiendo una maldición, imagino que habrá algún lugar al que ir después) podré seguir observando. Tampoco me preocupa. Sólo me preocupa el sufrimiento.

Es curioso cómo los sentimientos van cambiando lentamente a medida que pasan los días. Primero me asusté muchísimo y más tarde me desesperé; también pasé por la fase de negación, por la de depresión y tristeza, y ahora mismo estoy en la fase de rabia. Rabia en concreto; nada de rabia esparcida sin sentido. Rabia hacia todas esas personas que sabían algo que yo no sabía. Rabia y enfado e ira por haber sido tan ridículamente estúpida que ya no sé si la gente me mira con pena por mi nefasto destino o por haber sido tan ridículamente estúpida. Y eso me saca de mis casillas.

Las marcas ya no duelen, pero la visión sigue siendo horrible. Mi piel está cada vez más oscurecida y algunos lunares sangran, tal y como harían al contacto de una soga. Todo el mundo mira y hace ver que no ve. Todos quieren negar lo evidente y seguir haciendo sus vidas, y sé que se sienten aliviados porque no les ha tocado a ellos. Perdonad, pero es cuestión de puntos de vista. Ya lo he explicado más arriba.

Supongo que el momento no tardará en llegar. Me espera una mujer vestida con un kimono blanco y con el pelo negro y lacio cayendo sobre sus hombros. Lleva un enorme lazo rojo en la cintura, y camina con la cabeza agachada, por lo que no puedo ver su rostro, aunque sus manos indican una palidez casi espectral. Y a su alrededor sólo hay niebla oscura y caótica, en la que parecen dibujarse otros tantos brazos grises, desnudos y sin vida que vienen a buscarme. No sé qué le he hecho, pero ese es mi destino, y quizá lo que para todos es una maldición se convierta en algo que ningún humano todavía ha podido imaginar. Pero en cualquier caso esta maldición me ha abierto los ojos ante la hipocresía, el egoísmo y la falsedad de las personas. Y una vez descubierto eso, espero con los brazos abiertos a que la mujer venga a buscarme y termine con el sacrificio que empezó.

1 comentario:

  1. Hola Saya, espero no te moleste que publique un comentario a este tema del año pasado.
    Quisiera saber como sigues respecto a esas marcas? dolores en las muñecas, tobillos, moretones en el cuerpo...
    Sabes, mi novia el día de ayer me contó que hace algunos años tuvo un sueño no agradable (pesadilla) en la que ella estaba en un bus (carro) y que un joven, era un hombre que estuvo obsesionada de ella en la realidad, y bueno este joven la jalaba de las muñecas como queriendo llevarsela, y ella le decia "sueltame, me estás haciendo daño" y bueno al final cuando ella despertó, despertó con dolor en las muñecas; no recuerdo bien si también después le aparecieron moretones en las muñecas, o fue de otra pesadilla que tuvo.

    Que piensas tu de estos sueños que tuvo mi novia?? me ha contado otros que la verdad me tienen preocupado, pero por suerte según lo que ella me dice ya no ha soñado así desde hace buen tiempo. Y la verdad espero que nunca más los vuelva a tener.

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