02 marzo 2011

De mi viaje por otros mundos

Hay muchos mundos fuera de la Tierra. Mundos cuya existencia no todo el mundo quiere reconocer, y a los que no todo el mundo está dispuesto a arriesgarse a ir. El viaje es largo y agotador y las condiciones en cada mundo son extremas. Los pocos que viven la experiencia vuelven muy cambiados, y son vistos por los demás como personas excéntricas, raras y poco patrióticas. Pero en realidad es la envidia la que los etiqueta de esta manera.

Lo decidí de un día para otro. La idea me había rondado por la cabeza desde hacía meses, aunque nunca había pasado de ser más que eso, una simple idea lejana y borrosa. Pero esa mañana, al despertarme y mirar por la ventana, sentí que el aburrimiento me invadía: siempre la misma rutina, siempre el mismo paisaje, siempre la misma gente, siempre las mismas reglas.

Así que decidí romper con todo eso. Sin preaviso, con una pequeña bolsa como equipaje. Y viajé.

El primer mundo que visité fue el de Agua. Es un planeta extenso y lo gobiernan desde los océanos más profundos hasta las ciénagas más tenebrosas y los lagos más tranquilos. Manantiales, cascadas, humedales, ríos y riachuelos; mares interiores y exteriores que bañan fangosas costas en un mundo de color verde oscuro y azul marino. Es un lugar peligroso pero sus gentes son amables y hospitalarias, aunque no demasiado habladoras.

Los visitantes tienen prohibido salir al exterior, y sólo unos pocos lo han logrado, pagando un alto precio por convertirse en una excepción. Dicen que no hay amigos entre los seres de los distintos mundos, y que si una persona llega a entablar una relación de amistad con alguno de ellos, está directamente condenado al destierro y a convertirse en uno de esos seres.

Yo me encontré con uno de ellos. Había sido un explorador marítimo en la Tierra y debía de rondar los cuarenta años. Al principio sólo cruzamos los gestos básicos que significan en lenguaje universal ‘Bienvenido’, ‘Gracias’, ‘Comida’ y ‘Adiós’. Pero una noche, mientras me encontraba tumbada en mi cama de musgo verde observando por la ventana la terrible tormenta que azotaba a todo el planeta en ese momento, el antiguo explorador picó a mi puerta y me pidió que le dejara pasar. Se sentó entonces a mi lado y me explicó su historia, en la que no voy a entrar en detalles, pero me pidió que le pusiera al día sobre las cosas que pasaban en la Tierra. Fue entonces cuando me di cuenta de lo poco que sabía de mi propio planeta.

Nuestras conversaciones secretas se volvieron una costumbre y cada noche hablábamos de cualquier cosa, intercambiando experiencias y conocimientos, riéndonos de todo y llorando por nada. Alargué mi estancia dos semanas más, e incluso me planteé anular la visita al resto de mundos para quedarme en el de Agua hasta que tuviera que volver a la Tierra, pero por culpa de un inquilino no deseado me tuve que ir, sin posibilidad de despedirme, en plena noche cerrada y con el corazón en la boca. Porque una de las noches en las que el antiguo explorador vino a hablar a mi dormitorio, se coló en la habitación un ser pequeño y avispado, un espía delatador del que era necesario huir. Nos habían descubierto. Y así me tuve que ir, sin poder despedirme como es debido, sin saber si algún día volvería, preocupada por el castigo que mi compañero podría recibir. Pero tuve que seguir mi camino.

El siguiente mundo que visité fue el de Fuego. Se trata de un planeta bastante más pequeño que el de Agua, y mucho más desagradable. En ese planeta es de día continuamente, y los visitantes necesitan llevar un traje especial para poder sobrevivir en él. Siempre hace un intenso calor, y en cuanto llegué tuve la sensación de estar padeciendo una fiebre muy alta. Mi garganta quemaba y la terrible sed empezaba a agrietar mis labios cuando me avisaron de que eso era un efecto secundario normal que pasaría al cabo de las horas, hasta que el traje especial se acostumbrara al entorno y yo al traje. Y así fue.

Esta vez no hablé con nadie del mundo de Fuego. Sus gentes, aunque hospitalarias, son ariscas y agresivas; no soportan el contacto físico y siempre parecen estar enfadadas. Son grandes cocineros pero sus platos siempre contienen especias picantes y sus bebidas son calientes. Eché de menos el mundo de Agua y a mi compañero explorador, y lloré añorando nuestras conversaciones y la comodidad de mi colchón de musgo, pero mis lágrimas se evaporaban a los pocos segundos. En un intento por olvidar, participé en excursiones a volcanes, géiseres y desiertos, siendo la visita más interesante el Jardín de Rocas, un lugar único en todo el planeta. Se trata una zona extensa llena de rocas y piedras de distintos colores y formas, pero lo realmente espectacular son las impresionantes lenguas de fuego que dividen el jardín de rocas en parcelas de distintos tamaños. Nadie sabe qué las provoca, y nadie se atreve a acercarse para averiguarlo. La belleza de ese jardín reside en su espectacularidad y su misterio.

Estuve poco tiempo en ese mundo. Era demasiado incómodo y me hacía añorar demasiado el mundo de Agua. Así que seguí viajando.

El siguiente mundo que visité fue el de Aire. En realidad se trata de un mundo con dos planetas: Aire, el más grande, y Cielo, algo más pequeño. En Aire reinan desde las brisas más suaves hasta los huracanes más feroces en una inestable y peligrosa atmósfera; Cielo, en cambio, es un tranquilo paraíso de color azul que nunca cambia. Las gentes de Aire son más atrevidas y extrovertidas, y las de Cielo son más propensas a la meditación y el estudio de las cosas bellas. Pero en ambos casos se trata de personas amables, sencillas y correctas.

Pasé unos días maravillosos volando libre como un pájaro, ya fuera flotando en una brisa primaveral como dejándome llevar por la violencia de los vientos más fuertes. Dormí sobre nubes y comí unos extraños granos que proporcionaban una energía y vitalidad increíbles. Fue una experiencia maravillosa.

Más adelante visité otros mundos: Hielo, un planeta terriblemente frío, totalmente opuesto al mundo de Fuego pero igual de extremo; Bosque, con sus frondosos y gigantescos árboles y sus millones de especies vegetales, a cual más pintoresca; Acero, con sus máquinas y su tecnología, uno de los pocos mundos creados artificialmente; y por último Luna, que no es un mundo en sí mismo pero que tiene su propio encanto. Esa fue la última parada antes de volver a la Tierra.

El día que volví caí en el océano, no muy lejos de la costa. Era una mañana soleada, el mar estaba en calma y no había nubes en el cielo. Los colores eran extremadamente brillantes y las figuras se distinguían más nítidas de lo normal. ¿Había cambiado realmente algo en mí? En la costa se preparaba un festival, e incluso los sonidos llegaban con más claridad a mis oídos: platos y cazuelas en las cocinas callejeras, niños gritando y riendo, música festiva y gente tarareándola, perros ladrando nerviosamente ante tanta agitación, cohetes y fuegos artificiales resonando a lo lejos. Cuando llegué a tierra firme me sentí diferente, muy alejada de las conversaciones mundanas de aquellos que me recibían entre tanta alegría y jovialidad. Estaba ligeramente mareada y me sentí terriblemente cansada, pero a pesar de ello mi corazón estaba contento por lo que había vivido. Y me sentí una extraña en mi mundo, pero feliz.

Y esta es la crónica de mis viajes por los distintos mundos. Realmente algo ha cambiado en mí, algo que ha hecho que aprecie más lo que tengo, pero que me hace sentirme diferente, como si no perteneciera a ningún lugar en concreto. Tened por seguro que volveré a viajar al mundo de Agua y visitaré a mi compañero explorador, y esta vez no me importarán los espías delatadores, y si es necesario me quedaré allí para siempre. Pero hasta entonces, si alguno de vosotros visita cualquiera de esos mundos, por favor, contádmelo; intercambiemos experiencias. Pero ante todo disfrutad del viaje.

4 comentarios:

  1. Yo también quiero viajar a otros mundos, pero a veces hay cosas que te atan demasiado a este!

    me gusta tu blog, saludos!

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  2. Spaski, cada vez que sueñas a viajas a otro mundo ;)
    Dulces sueños!

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  3. Cuanto más cerca de nuestros sueños estamos más despiertos vivimos...
    me encanta tu blog!
    Saludos,

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  4. Gracias Hernán, bienvenido!
    Dulces sueños ;)

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